Lo prometido es deuda. Si no me conecté desde allá fue porque estuve metida de cabeza en aquella maravilla. Pero ya de regreso les doy el detalle de lo que vi, oí, comí, bailé y gocé en esa bella y rara ciudad que es Cartagena de Indias, entre el 25 y el 28 de este enrarecido enero en
El Woodstock de la mente, como lo bautizó Bill Clinton.
Relato de un GolEl cuento es más o menos así. Cuando Jorge Valdano anotó un gol definitivo en el encuentro final del Mundial México 86, ante Alemania y que coronó a la albiceleste como ganadora de la copa, todos sus compañeros de equipo lloraron como niños. Todos menos él. En medio de su estupefacción, no pudo comprender el triunfo.
Pasaron tres años cuando una mañana Valdano corría por un parque cercano a su casa. Se llevó un walkman y un casette que le había mandado un amigo, de esos que reúnen saludos y recortes de cosas que a uno le gustan, que solían mandarse a los amigos que estaban lejos antes de Internet. Fue ese casette el que operó el milagro.
El amigo de Valdano grabó la narración que hiciera de aquél histórico encuentro final de México 86 el comentarista favorito del deportista, el mismo al que oía de niño y con el que seguramente soñó más de una vez. Cuando Valdano escuchó aquella voz narrando su gol, entendió todo. Y entonces, en medio del parque, a tres años del triunfo, Valdano lloró como un niño.
“Sólo las palabras pudieron darme la dimensión completa de lo que había hecho. Sólo entonces entendí lo que había sido para mí aquél gol”.
Jorge Valdano es un tipo brillante. En su época como jugador perteneció a la selección que ganó el mundial de Fútbol México 86, además de ganar tres ligas y dos copas de la UEFA, con el Real Madrid, equipo del que fue Director General Deportivo. Ha sido comentarista y entrenador de fútbol y ha escrito tanto sobre el reino de la pelota blanco y negro que lo llaman “el filósofo”.
En un encuentro sobre Literatura y fútbol, con el escritor Daniel Samper Pizano y con el editor cultural de El País de España, Santiago Segurola, en la que dio rienda suelta a todo ese saber que reúne en su cabeza sobre el deporte.
Valdano dice que el fútbol nunca ha sido apreciado en su valor real, porque inspira la desconfianza de las elites, mientras las izquierdas lo ven como otro opio de los pueblos. Para él, en cambio, el fútbol “es la más importante de las cosas no importantes. En Argentina es una compensación casi única de la unidad nacional que no hemos tenido en otros ámbitos. Por eso Maradona es la metáfora de Argentina por excelencia”.
Frases, regalos: “Así como aquél cuadro de René Magritte decía ‘Esto no es una pipa’, en los periódicos habría que poner ‘Esto no es la realidad’. Si me preguntan la diferencia entre periodismo y literatura tengo que decir que ambas disciplinas se nutren del lenguaje, que es una representación de la realidad. Y en ese caso, son parte de lo mismo”. Esta frase es de Juan José Millás, dicha en una conferencia (otra más) sobre Periodismo y Literatura, de esas que intentan buscar la quinta pata inexistente de la cosa.
Millás dice también: “Una persona puede hacerse una idea muy clara de la realidad a través de un periódico sin leer ni una sola noticia. Si se leen los obituarios, los avisos clasificados, las cartas de los lectores, allí está también una realidad que es innegable”.
“El reportaje es un cuento que es verdad”. Esta la dijo Jaime Abello Banfi, director de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, en la misma conferencia.
No sólo de literatura vive el hombreEvidentemente, no podía sobrevivir cuatro días en Cartagena sin comida (y comida de la buena). Para que no se me fastidien los lectores con tanta letra, les voy a ir dejando las recomendaciones, a lo Hanzel y Gretel, en pequeñas migajitas, con cada una de estas entregas, y así lo ven más como pasó: un día, una comida rica.
Café del SantísimoEn Cartagena la cosa sacra tiene una presencia inquietante y estremecedora. Varios restaurantes han tomado el tema y lo explotan en menús variados y ambientes decorados con figuras de santos que, aunque tienen cara de torturadas, le dan un efecto interesante a la experiencia.
Este café está en una hermosa casa con patio interno y un piso de mosaicos que ya vale la pena ver, así uno entre sólo por una cerveza. La comida es elaborada y pretenciosa, pero tiene sus méritos. Los nombres de los platos siguen el juego de lo sacro (los postres, muy oportunamente fueron bautizados igual que los pecados capitales) y tienen varias ofertas de menús nada caros y bastante ricos.
Pero mi favorito, entre lo que probé, fue una entrada. Se llaman Carimañolas y son la quintaesencia de la fritanga maravillosa. Unos pequeños buñuelos de yuca, salados, rellenos con un guiso de carne molida y acompañados con suero de leche. De morirse.
Extrañé un poquito de picante para echarles dentro y un cilantrico picado encima del suero.
El café queda en: San Diego, Calle del Santísimo, No. 8-19, dentro de la ciudad amurallada.