lavativario

Escaparate de curiosidades. Una suerte de guía de lugares, comidas, libros, discos, bebidas y otros un poco fuera de los estándares más usuales y hecha desde una óptica muy personal. Esas cosas que sólo le recomiendas a tus amigos más cercanos.

Wednesday, September 03, 2008

Ceci nes’t pas una reseña del concierto de Kevin Johansen

Llegó con su trabuco, los The Nada, y sonó como si estuviera convencido de que la gente puede comer de sus letras y de su entusiasmo en escena. En efecto, los que estuvimos en esa sala, salimos satisfechos y con ganas de ir “a por un” pousse café.
Conocí la música de Kevin Johansen gracias a la fiebre de Daniel Centeno. “Tienes que escuchar esto”, me dijo. Y me contagié por completo con sus letras cargadas de un humor inteligente que uno quisiera ver más a menudo y sus melodías que recorren el mapa musical de muchas de las cosas que uno conoce. Me impresionó siempre como este tipo es capaz de tocar de todo y hacerlo bien, pero además con firma propia. Su música es tan suya que cuando uno la escucha experimenta esa familiaridad absurda que te crea la ilusión de que ese carajo no es un artista, sino un tipo que podría ser tu pana. Y a esta edad no soy nada groupie, que conste.
El concierto de Johansen estuvo rico por varias razones: la sala de Corp Group, más allá de su extraña distribución que hace que uno vea sólo un lado del que canta o actúa (espero que nunca se les ocurra presentar allí al Barón Ashler de Mazinger Z), resultó acogedora para la ocasión: un concierto para gente grande. A los que estaban en la sala de la derecha, les cuento que Johansen tiene tatuada, en su antebrazo izquierdo, la famosa pipa que “no es una pipa” de Magritte.
El repertorio fue generoso con quienes hemos escuchado buena parte de su trabajo pero no lo conocíamos todo, Johansen se entrega con facilidad a la audiencia y los The Nada, que eran 5, suenan como si fueran mil. Para completar, proyectaron en la pantalla unas animaciones hechas a partir de dibujos de mi idolatrado Liniers. Cuando las vi, salté del asiento y no pude evitar conmoverme como hacía tiempo no me pasaba. Fue una belleza.
Lo único que lamenté fueron las luces que emitían un rayo verde dirigido directamente a las retinas de la audiencia (me sentía como si me estuvieran sacando fotocopias) y el hecho de haber quedado delante de un grupo de fanáticas que se sabían todas las canciones y no querían que el resto de la audiencia nos fuéramos de allí sin darnos cuenta (lo cantaron todo. Todo. ¡Todo!!).
De cualquier manera, si no han oído a Kevin Johansen, es una tarea que les dejo para la casa. Créanme que no se van a arrepentir. Y gracias a Daniel por las enseñanzas recibidas.


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