Tuvo la culpa mi padre, que el otro día me habló de los muñequitos (una suerte de marshmellows tiesos que circularon en la Venezuela saudita, cuyo aspecto de cadáver infantil de mil y un colorinches no hacía nada por apartarnos de ellos a quienes éramos capaces de devorarlos por cajas) ¿Alguien además de nosotros los recuerda? Lo cierto es que ahora a los dos nos ha dado por recordar aquellas chucherías extintas que nos hicieron unas cuantas "tardes felices" allá por los tempranos ochentas y que, de verdad verdadita, nunca más vimos.
Aquí van algunas célebres para el recuerdo. Valga decir, el que se acuerde de otra o quiera decir que alguna de estas sigue viva, es libre de hacerlo (por favor, digan, eso sí, dónde se pueden encontrar). Y, si por casualidad algún Willie Wonka de nuestros días pasara por aquí, póngase a pensar en cuánto adulto contemporáneo añora estas delicias y reconsidere volver a lanzarlas al mercado. Y avise, eso sí.
Allí va la lista:
1. Los dichosos "muñequitos": marsmellow tieso de colores chillones, con forma de muñeco dormido (o muerto, lo mismo da) que venía en presentación individual y en sabores-colores: verde-limón, rosado-fresa, naranja-naranja, amarillo-piña, hasta donde nos alcanza la memoria.
2. Tabaquitos: bombones de chocolate cuya forma y envoltura hacía pensar en un tabaco. Venían rellenos de una crema muy rara de fresa o naranja y cuando se guardaban en los bolsillos y se aplastaban, eran lo mejor.
3. Mints: pequeños caramelos de menta, en forma de diminutos dientes, que se pegaban a los dientes reales en forma de pegoste. Venían en bolsita transparente con letras verdes.
4. Chocolates El Rey de Menta y Naranja: Se llamaban Chuao y fueron una suerte de antecesor de la onda superrefinada del chocolate El Rey que hoy conocemos (y amanos, vale decir). Chocolate oscuro con pedacitos de caramelo de menta o tiritas de naranja. Simplemente, es triste que hoy en día no existan.
5. Drácula: helado de Tío Rico que consistía en una suerte de pastelado con centro de sirope de cereza ácida (muy artificial, es cierto). Inolvidable.
6. Galletas Media Luna: una especie de Galleta María gigante, picada por la mitad, en forma de media luna. Venían dos juntas, pegadas barriga con barriga por un pegoste de mermelada de guayaba. Mi abuela Belén no las pelaba para la merienda, con un buen vaso de Toddy.
7. Galletitas con suspiro: no recuerdo ni el nombre, pero eran unas diminutas galletas, medio saladonas, que tenían en el medio un suspirito tieso y de colores. Uno solía separar la galleta del suspiro y comérselos por separado, disfrutándolos largo rato. Venían también unas barquillas con suspiro, imitando un helado, por las que como a los cinco años estuve a punto de morir aplastada por un pesado gabinete.
8. Papaúpa: Palo de chicle, como del tamaño de una señorita, en presentaciones de tutti fruti y banana. Estoy convencida de que esa gente que viaja a Margarita y se trae ese chicle espantoso "por yardas" tiene un issue atávico con el papaúpa que no logra resolver.
9. Sacamuelas: En las piñatas uno era capaz de matar por estos caramelos. Superpegostes redondos, de sabores y colores inciertos que se pegaban irremediablemente a nuestros molares y nos hacían gozar de la delicia de despegarlos, mientras nos llenábamos la lengua de azúcares innecesarios para la dieta. Toda una delicia.
10. California: Una única y tiesa gomita, de forma rectangular, envuelta en papel celofán, cubierta de azúcar y que producía una extraña sensación de desamparo una vez que devorábamos el último bocado. (Sin importar cuántas se comiera uno).